Cuentan los lugareños que beber el dulce elixir de manantial, trae consigo la promesa de un retorno seguro. Hechizo de viejas tietas dicen algunos, trampas del destino, afirman otros. Cuantas veces habré bebido en ellas? ya no recuerdo la primera. Mi mente desprevenida no supo reguardar aquel momento. Uno nunca cree llegar al futuro-presente, descartando del sistema datos menores. Nunca supe cual fue aquella primera vez, creo reconocer que fue en ramblas arriba, la capocha me engaña. Y la leyenda, algún día, dejo de ser leyenda para mi.
Cuantas veces habré visto esta escena, nórdicos caminantes bebiendo inocentemente de su embrujo, desconociendo ser parte del gran timo que es la vida.
Reconstruyo el mapa condal en mi mente. El paseo del born es mi oasis, dos callejones y una esquina me separan de mi boleto de vuelta a vidas ya vividas. Enfrente, testigo silencioso, la pizza del borne con sus cuatro quesos campeones mundiales... Y tomo, claro que tomo. Me sumerjo de lleno en una historia sin ya retorno. Me atrapa, me llama. El borne se convierte en algo inabarcable. Callejuelas aun desconocidas para mi, me sorprenden con humeda calma. Suelos mojados. Portales como lienzos. y como habra sido en 1700? Ya no lo recuerdo.